miércoles, 24 de junio de 2015

La historia del tutú

Por: Citlali Guadalupe Trujillo Rivas

A lo largo de la historia, el tutú ha sido uno de los elementos más representativos de la danza clásica, incluso personas que no han visto un ballet completo, conocen el nombre de este importante, elegante y vaporoso elemento, sin el cual, la danza clásica no sería las misma, pues más que un vestuario, es la esencia misma de la danza clásica. Sin embargo, cuándo es que surgió éste dentro de la historia de la danza clásica.

El ballet como un espectáculo de la corte, utilizaba vestuarios grandes y pesados, que dificultaban los movimientos. Cuando Luis XIV fundó la Académie Royale de Danse, en 1661, el ballet se comenzó a bailar en un escenario, por lo que el vestuario cambió, y fue cuando la bailarina Marie Camargo decidió acortar su falda por encima de los tobillos para que el público pudiera apreciar sus pies. La vestimenta se aligeró, adecuándose a la moda femenina de la revolución Francesa, con el uso de los fondos vaporosos y transparentes, simplificando los adornos y las siluetas. Durante este periodo, los zapatos planos comenzaron a usarse, lo que cambió el calzado para la danza y con éste, la introducción de las medias de color, lo que hoy conocemos como nuestras mallas blancas o el famoso rosa petipa.

El primer estilo de tutú, denominado tutú romántico, apareció durante el período romántico de la historia del ballet, con el estreno de La Sífide, en 1832, con lo que se estableció la estética popular de la bailarina y su vestimenta. El tutú romántico sería una falda acampanada, vaporosa, generalmente hecha de tul, muselina o sedas semitransparentes cuya longitud abarcara hasta media pantorrilla, el objetivo era simular elementos etéreos, fantásticos y románticos, como: sílfides, hadas, ondinas y espíritus.
Existen dos tipos: el primero tiene una falda que comienza en la cintura y el segundo comienza en la cadera y tiene caída (se denomina tutú romántico con faja). El primer tutú romántico fue utilizado por Marie Taglioni en la década de 1800, misma bailarina en usar por primera vez zapatillas de punta.

Fue así como entre 1841 y 1845, con el estreno del ballet Giselle, que el tutú romántico y el corpiño ceñido se convirtieron oficialmente en el uniforme de las bailarinas. En Italia, la falda se acortó hasta llegar justo por debajo de la rodilla; sin embargo, fue en Rusia donde resurgiría el interés por los trajes teatrales para la danza y la renovación del tutú en los Ballets de la Corte Imperial Rusa, ahí la falda subió aún más para poder apreciar los movimientos de toda la pierna de la bailarina y se incluyeron varillas para crear un efecto de rigidez. Fue como se desarrolló el tutú de plato, este nuevo diseño, permitió utilizar telas más pesadas, con patrones y piedras incrustadas.

Durante este periodo de la historia, el concepto moderno de tutú se hizo según la definición que hicieran de él, Balanchine y Karinska creando la famosa frase “el tutu es como un soplo de polvo”. Karinska es conocida como la madre del vestuario del ballet clásico. En Moscú, Karinska abrió una escuela de bordado y enseñaba a bordar almohadillas, servilletas, bolsos, paños de la tabla, etc. Sus creaciones eran tan sofisticadas y únicas, que llegó a alcanzar notoriedad como artista de ese medio.

Posteriormente, se instaló en Francia, donde  el “Ballet Clásico Russes de Monte Carlo” le solicitó la creación de los trajes para su primer ballet titulado “Cotillon”. La coreografía estaba a cargo de George Balanchine. Toda su creatividad fue puesta en acción, y fue así como con su trabajo, se convirtió en París en la representante única de la creación de vestuarios para ballet.

Antes del tutú de plato, el tutú, con sus múltiples capas de tules sin atar, se movía y flotaba cuando los bailarines saltaban, además que no se podía apreciar las piernas de las bailarinas; por lo que acortar el tutú era una solución y un reto, permitiendo así ver las piernas de los bailarines completamente.

El nuevo tutú, Balanchine–Karinska tenía seis o siete capas de la red recolectada, cada capa era media pulgada más larga que la capa precedente. La alineación era fluida e inexacta. Las capas fueron clavadas con tachuelas juntas para permitir la mirada esponjosa y efímera del tul sobre las piernas del bailarín y para descender, debajo de la cintura del bailarín.

Esta obra de arte fue creada en 1950, y es así como ha llegado a convertirse en uno de los íconos del ballet, ya que cuando pensamos en danza clásica, inmediatamente viene a nuestra mente una bailarina en puntas y tutú de plato.
Además, el hecho de que una bailarina lo use tiene un gran significado, ya que es el resultado de un gran esfuerzo y dedicación por conseguir la técnica necesaria para poder lucir en el escenario, ejecutando algún ballet clásico, e interpretando a una hermosa y elegante princesa, una etérea hada, etc., y que al espectador resulta todo un deleite para la vista y el alma.  



Fuentes:

Lucy González, “Las capas en la historia del tutú” en Revista Cultura Colectiva, julio 2013.
Danza ballet, “Historia del tutú Balanchine & Karinska” en Revista Danza Ballet, junio 2006.
Dana Grffin, “Historia del tutú de ballet”, en eHow en Español

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