La historia del tutú
Por: Citlali Guadalupe
Trujillo Rivas

El ballet como un
espectáculo de la corte, utilizaba vestuarios grandes y pesados, que dificultaban
los movimientos. Cuando Luis XIV fundó la Académie Royale de Danse, en 1661, el
ballet se comenzó a bailar en un escenario, por lo que el vestuario cambió, y
fue cuando la bailarina Marie Camargo decidió acortar su falda por encima de
los tobillos para que el público pudiera apreciar sus pies. La vestimenta se
aligeró, adecuándose a la moda femenina de la revolución Francesa, con el uso
de los fondos vaporosos y transparentes, simplificando los adornos y las
siluetas. Durante este periodo, los zapatos planos comenzaron a usarse, lo que
cambió el calzado para la danza y con éste, la introducción de las medias de
color, lo que hoy conocemos como nuestras mallas blancas o el famoso rosa
petipa.
El primer estilo de
tutú, denominado tutú romántico, apareció durante el período romántico de la
historia del ballet, con el estreno de La
Sífide, en 1832, con lo que se estableció la estética popular de la
bailarina y su vestimenta. El tutú romántico sería una falda acampanada,
vaporosa, generalmente hecha de tul, muselina o sedas semitransparentes cuya
longitud abarcara hasta media pantorrilla, el objetivo era simular elementos etéreos,
fantásticos y románticos, como: sílfides, hadas, ondinas y espíritus.
Existen dos tipos: el
primero tiene una falda que comienza en la cintura y el segundo comienza en la
cadera y tiene caída (se denomina tutú romántico con faja). El primer tutú
romántico fue utilizado por Marie Taglioni en la década de 1800, misma
bailarina en usar por primera vez zapatillas de punta.
Fue así como entre 1841
y 1845, con el estreno del ballet Giselle,
que el tutú romántico y el corpiño ceñido se convirtieron oficialmente en el
uniforme de las bailarinas. En Italia, la falda se acortó hasta llegar justo
por debajo de la rodilla; sin embargo, fue en Rusia donde resurgiría el interés
por los trajes teatrales para la danza y la renovación del tutú en los Ballets
de la Corte Imperial Rusa, ahí la falda subió aún más para poder apreciar los
movimientos de toda la pierna de la bailarina y se incluyeron varillas para
crear un efecto de rigidez. Fue como se desarrolló el tutú de plato, este nuevo
diseño, permitió utilizar telas más pesadas, con patrones y piedras incrustadas.
Durante este periodo de
la historia, el concepto moderno de tutú se hizo según la definición que
hicieran de él, Balanchine y Karinska creando la famosa frase “el tutu es como un soplo de polvo”. Karinska
es conocida como la madre del vestuario del ballet clásico. En Moscú, Karinska
abrió una escuela de bordado y enseñaba a bordar almohadillas, servilletas,
bolsos, paños de la tabla, etc. Sus creaciones eran tan sofisticadas y únicas,
que llegó a alcanzar notoriedad como artista de ese medio.
Posteriormente, se
instaló en Francia, donde el “Ballet
Clásico Russes de Monte Carlo” le solicitó la creación de los trajes para su
primer ballet titulado “Cotillon”. La coreografía estaba a cargo de George
Balanchine. Toda su creatividad fue puesta en acción, y fue así como con su
trabajo, se convirtió en París en la representante única de la creación de vestuarios
para ballet.
Antes del tutú de
plato, el tutú, con sus múltiples capas de tules sin atar, se movía y flotaba cuando
los bailarines saltaban, además que no se podía apreciar las piernas de las
bailarinas; por lo que acortar el tutú era una solución y un reto, permitiendo
así ver las piernas de los bailarines completamente.
El nuevo tutú,
Balanchine–Karinska tenía seis o siete capas de la red recolectada, cada capa
era media pulgada más larga que la capa precedente. La alineación era fluida e
inexacta. Las capas fueron clavadas con tachuelas juntas para permitir la
mirada esponjosa y efímera del tul sobre las piernas del bailarín y para
descender, debajo de la cintura del bailarín.
Esta obra de arte fue
creada en 1950, y es así como ha llegado a convertirse en uno de los íconos del
ballet, ya que cuando pensamos en danza clásica, inmediatamente viene a nuestra
mente una bailarina en puntas y tutú de plato.
Además, el hecho de que
una bailarina lo use tiene un gran significado, ya que es el resultado de un
gran esfuerzo y dedicación por conseguir la técnica necesaria para poder lucir
en el escenario, ejecutando algún ballet clásico, e interpretando a una hermosa
y elegante princesa, una etérea hada, etc., y que al espectador resulta todo un
deleite para la vista y el alma.
Fuentes:
Lucy González, “Las
capas en la historia del tutú” en Revista
Cultura Colectiva, julio 2013.
Danza ballet, “Historia
del tutú Balanchine & Karinska” en Revista
Danza Ballet, junio 2006.
Dana Grffin, “Historia
del tutú de ballet”, en eHow en Español
No hay comentarios:
Publicar un comentario