Los hombres en la danza
clásica Parte II
La semana pasada leímos
sobre el papel que desempeñan los chicos en la danza clásica, y los tabús que
hay a cerca de su quehacer en este arte, por lo que me pareció importante
corroborar lo que se dice con la realidad, es por ello que presento algunas historias
de chicos dedicados a la danza.
Román Trinidad nos
dice:

Con el
transcurso del tiempo me enamoraba cada vez más de la danza, hasta que un día
decidí abandonar la carrera de Comunicación. Después de meses de pensarlo y
repensarlo, tenía claro que quería hacer danza de manera profesional y que no
podía dejar pasar más tiempo. Por supuesto la familia reprobó mi decisión en un
principio, pero yo estaba sumamente convencido y al final terminaron por
aceptarlo y me apoyaron para realizar mis estudios en la Escuela Superior de
Música y Danza de Monterrey, donde ha transcurrido la mejor etapa de mi vida.
Pero la
carrera comienza realmente cuando te gradúas, es aquí donde tu carácter, tu
talento y todo lo aprendido son puestos a prueba. Experiencias como el Ballet
de Monterrey, el Youth America Grand Prix (NY) y ahora el Ballet de la Ciudad
de México han forjado mi desarrollo profesional, mi enriquecimiento artístico y
mi crecimiento personal. No es fácil encontrar oportunidades en un país donde
el arte sigue siendo infravalorado y mucho menos encontrar un empleo bien
remunerado. Pero esto, aunado a la falta de recursos económicos jamás ha sido
un impedimento para alcanzar un sueño. Las audiciones y la preparación
constante seguirán siendo el pan de cada día, y tengo la satisfacción de
dedicarme a algo que me gusta y me apasiona. Soy bailarín, me enorgullece
serlo, vivo de mi cuerpo y eso me hace valorar y cuidar cada parte de él. Me
permite comprender lo efímero de las cosas, lo importante del presente sobre
todo en una carrera que es tan corta y lo trascendente del verdadero talento,
la mente y el corazón.”
Eduardo
Roldán:

Cuando
le dije a mi familia que la danza clásica se estaba convirtiendo en parte
importante de mi vida, no faltaron los comentarios de preocupación a cerca de
si me volvería afeminado u homosexual, además de que como soy de Michoacán eso
era todo un tema de rechazo en la zona, sin embargo eso nunca fue una razón de
peso para que dudara en mi decisión y efectivamente el ballet ayudó a
fortalecer mi cuerpo. Pese a las dificultades económicas que se han presentado
y que en ocasiones he tenido que mermar el tiempo dedicado a mi danza, eso no
ha disminuido el amor que siento por el ballet y que sea mi escape, donde
sienta que no existe nada más que la danza y la esperanza de que todo estará
bien.
Me
siento afortunado porque gracias a la danza he tenido la fortuna de conocer a
gente valiosa y tener partenaires, donde he aprendido cosas importantes de cada una, y
compartido la pasión por la danza, con diversas personalidades, apreciando su
forma de bailar, sus movimientos y lo que demuestran al bailar te permiten
conocer su persona.
Lo que
yo encuentro en el ballet, no lo encuentro en otro lugar, es algo que trasciende,
que rompe límites que a veces la misma sociedad pone. La danza me ha enseñado
que la vida se vive mejor si estas sudándola.”

Él
inició en la danza cuando ya era independiente de su padre y un médico le
recomendó practicar gimnasia para fortalecer su espalda, pues su columna
vertebral no estaba derecha, sin embargo pensó que la gimnasia era fastidiosa,
así que llegó a la danza clásica, no a causa de sus ideas, sino fue por su cuerpo
que se convirtió en bailarín.
Desde
siempre le gustó el arte, pero él decía que sería director de teatro, pues
actor le resultaba aburrido, le gustaba la Ópera e ir a ver danza.
Sus
primeras clases no fueron diferentes a la de cualquier otro bailarín, sintiendo
esa emoción que sentimos cuando vamos llegando al estudio de danza, “El corazón
me late como si me quisiera estallar, pero no porque esté sofocado sino porque
soy presa de una sensación nueva, una mezcla de temor y de euforia. Estoy
enloquecido y borracho de alegría, unos pocos escalones más y empujaré la
pequeña puerta rojo oscuro”. (Un instante
en la vida ajena)
Cuando
inició, ni siquiera tenía zapatillas de danza, ni mallas, pues había guerra
cuando él empezó y era imposible conseguirlas. Durante casi un año usó
sandalias y un viejo short. Se enfrentó de igual manera a dificultades
económicas, pero nunca dudó de su sueño, pues a parte de querer ser bailarín,
su deseo por la coreografía fue creciendo más y más y aunque tuvo diversas
dificultades para formar su compañía y en ocasiones no tenía si quiera para
pagarle a sus bailarines, hoy en día su compañía “Béjart Ballet Lausanne” con
sus afamadas coreografías como el Bolero de Ravel, la Consagración de la
Primavera, Pájaro de fuego, entre miles más, son conocidas a nivel
internacional, consagrando a Béjart como un coreógrafo aclamado por el público
y la crítica.
Como podemos ver, las
historias de cada uno, son desarrolladas en etapas y situaciones diferentes, pero
con sentimientos iguales. Todos, a pesar de las posibles dificultades y
contrariedades, se mantuvieron firmes en defender su sueño de hacer de la danza
su forma de vida, y sin importar dónde o cómo se han desempeñado, lo importante
es esa entrega por realizar día a día su pasión. Hombres en la danza, dignos de
aplaudirse.
Agradezco a Román Trinidad y Eduardo Roldán por su colaboración en este artículo.
Sígueme en Twitter: @Citla_Trujillo
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