viernes, 18 de septiembre de 2015


Los hombres en la danza clásica Parte II

La semana pasada leímos sobre el papel que desempeñan los chicos en la danza clásica, y los tabús que hay a cerca de su quehacer en este arte, por lo que me pareció importante corroborar lo que se dice con la realidad, es por ello que presento algunas historias de chicos dedicados a la danza.

Román Trinidad nos dice:

“Cursando la preparatoria, realizaba mi servicio social en la Escuela de Danza de Aguascalientes, cuando de repente un día la secretaria me aconseja inscribirme a alguna clase meramente como pasatiempo, ¡Quedé fascinado!

Con el transcurso del tiempo me enamoraba cada vez más de la danza, hasta que un día decidí abandonar la carrera de Comunicación. Después de meses de pensarlo y repensarlo, tenía claro que quería hacer danza de manera profesional y que no podía dejar pasar más tiempo. Por supuesto la familia reprobó mi decisión en un principio, pero yo estaba sumamente convencido y al final terminaron por aceptarlo y me apoyaron para realizar mis estudios en la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey, donde ha transcurrido la mejor etapa de mi vida.

Pero la carrera comienza realmente cuando te gradúas, es aquí donde tu carácter, tu talento y todo lo aprendido son puestos a prueba. Experiencias como el Ballet de Monterrey, el Youth America Grand Prix (NY) y ahora el Ballet de la Ciudad de México han forjado mi desarrollo profesional, mi enriquecimiento artístico y mi crecimiento personal. No es fácil encontrar oportunidades en un país donde el arte sigue siendo infravalorado y mucho menos encontrar un empleo bien remunerado. Pero esto, aunado a la falta de recursos económicos jamás ha sido un impedimento para alcanzar un sueño. Las audiciones y la preparación constante seguirán siendo el pan de cada día, y tengo la satisfacción de dedicarme a algo que me gusta y me apasiona. Soy bailarín, me enorgullece serlo, vivo de mi cuerpo y eso me hace valorar y cuidar cada parte de él. Me permite comprender lo efímero de las cosas, lo importante del presente sobre todo en una carrera que es tan corta y lo trascendente del verdadero talento, la mente y el corazón.”

Eduardo Roldán:

“Mi historia en la danza clásica comienza debido a un accidente que sufrí en la espalda practicando gimnasia artística, por el cual me dijeron que posiblemente no podría volver a caminar. Tras irme recuperando, me recomendaron tomar clases de ballet para fortalecerme y así lo hice, y una vez que llegué ahí, ya no lo pude dejar, se convirtió en el alimento de mi alma, en mi razón de despertar y saber que todo estaría bien, y a pesar de que aún hay secuelas y dolores por el accidente, me hace feliz estar en la barra, escuchar la música y sentir ese dolor placentero que provoca la danza.

Cuando le dije a mi familia que la danza clásica se estaba convirtiendo en parte importante de mi vida, no faltaron los comentarios de preocupación a cerca de si me volvería afeminado u homosexual, además de que como soy de Michoacán eso era todo un tema de rechazo en la zona, sin embargo eso nunca fue una razón de peso para que dudara en mi decisión y efectivamente el ballet ayudó a fortalecer mi cuerpo. Pese a las dificultades económicas que se han presentado y que en ocasiones he tenido que mermar el tiempo dedicado a mi danza, eso no ha disminuido el amor que siento por el ballet y que sea mi escape, donde sienta que no existe nada más que la danza y la esperanza de que todo estará bien.

Me siento afortunado porque gracias a la danza he tenido la fortuna de conocer a gente valiosa y tener partenaires, donde  he aprendido cosas importantes de cada una, y compartido la pasión por la danza, con diversas personalidades, apreciando su forma de bailar, sus movimientos y lo que demuestran al bailar te permiten conocer su persona.

Lo que yo encuentro en el ballet, no lo encuentro en otro lugar, es algo que trasciende, que rompe límites que a veces la misma sociedad pone. La danza me ha enseñado que la vida se vive mejor si estas sudándola.”

Ahora quiero contar un poco de la historia de Maurice Béjart, uno de los coreógrafos más importantes del siglo XX, que aunque su estilo no se limitó a la danza clásica, sus inicios y formación si lo fueron:

Él inició en la danza cuando ya era independiente de su padre y un médico le recomendó practicar gimnasia para fortalecer su espalda, pues su columna vertebral no estaba derecha, sin embargo pensó que la gimnasia era fastidiosa, así que llegó a la danza clásica, no a causa de sus ideas, sino fue por su cuerpo que se convirtió en bailarín.

Desde siempre le gustó el arte, pero él decía que sería director de teatro, pues actor le resultaba aburrido, le gustaba la Ópera e ir a ver danza.

Sus primeras clases no fueron diferentes a la de cualquier otro bailarín, sintiendo esa emoción que sentimos cuando vamos llegando al estudio de danza, “El corazón me late como si me quisiera estallar, pero no porque esté sofocado sino porque soy presa de una sensación nueva, una mezcla de temor y de euforia. Estoy enloquecido y borracho de alegría, unos pocos escalones más y empujaré la pequeña puerta rojo oscuro”. (Un instante en la vida ajena)

Cuando inició, ni siquiera tenía zapatillas de danza, ni mallas, pues había guerra cuando él empezó y era imposible conseguirlas. Durante casi un año usó sandalias y un viejo short. Se enfrentó de igual manera a dificultades económicas, pero nunca dudó de su sueño, pues a parte de querer ser bailarín, su deseo por la coreografía fue creciendo más y más y aunque tuvo diversas dificultades para formar su compañía y en ocasiones no tenía si quiera para pagarle a sus bailarines, hoy en día su compañía “Béjart Ballet Lausanne” con sus afamadas coreografías como el Bolero de Ravel, la Consagración de la Primavera, Pájaro de fuego, entre miles más, son conocidas a nivel internacional, consagrando a Béjart como un coreógrafo aclamado por el público y la crítica.

Como podemos ver, las historias de cada uno, son desarrolladas en etapas y situaciones diferentes, pero con sentimientos iguales. Todos, a pesar de las posibles dificultades y contrariedades, se mantuvieron firmes en defender su sueño de hacer de la danza su forma de vida, y sin importar dónde o cómo se han desempeñado, lo importante es esa entrega por realizar día a día su pasión. Hombres en la danza, dignos de aplaudirse. 

Agradezco a Román Trinidad y Eduardo Roldán por su colaboración en este artículo.

Sígueme en Twitter: @Citla_Trujillo

No hay comentarios:

Publicar un comentario